martes, 13 de julio de 2010

De fútbol, humanos y demás...




En realidad, esta entrada debería llamarse "En la hora oscura". Es demasiado tarde para actualizar... Y demasiado temprano para dejar de pensar...

Pero más vale tarde que nunca, ¿no?

Pues eso...
Hablemos primero de fútbol. España ha ganado el mundial (por si queda algún despistado que no lo sepa). Qué bien, qué alegría, qué orgásmico todo... Viva el pulpo Paul y la pulpa que lo parió, etc. etc. etc.

Pero para mí, que tengo una mente inquieta, eso es lo de menos. (¡¡Qué coño, con los dos días de juerga que llevo empalmados... Gracias Andrés "Dios" Iniesta!!)

De todas formas, volviendo al objetivo principal de la entrada, he estado pensando estos días. Quizás por lo histórico y abrumante del evento, quizás por la borrachera... Quizás por las dos. ¿Qué tiene el fútbol? ¿Qué es ese componente mágico que logra paralizar a todo el planeta en torno a un rectángulo verde y una panda de zumbados dándole patadas a un trozo de plástico inflado?
Algo debe tener, desde luego.

Como gran aficionada y amante del fútbol, me veo en la obligación de dedicar al menos una entrada a él... Pero como mera mortal que soy, he de reconocer que no tengo ni idea.

¿Qué es eso que nos pincha el estómago antes de un partido?

Esas mariposas del deporte rey que nos surcan el sistema nervioso.

Ese aura de expectación que nos empuja a pintarnos la cara, vestirnos de un determinado color y gritar al televisor (en dirección a los píxeles del árbitro, normalmente) como si no hubiera mañana.

Esa sensación de victoria plena tras ganar cada encuentro. Esa ola de placer que nos saca a la calle a seguir gritando (esta vez hacia ningún lugar en concreto), a intentar llenar el silencio con cancioncitas y a bailotear dándolo todo...

Yo creo que lo que nos apasiona y nos atrapa del fútbol es precisamente el complemento llano y simple que tiene. Todo lo básico. Personalmente, opino que el fútbol, como ningún otro deporte, consigue sacar de nosotros al ser humano más humano que hay. Es decir, el más animal.
Nos devuelve lo que una vez fuimos y hace tiempo que olvidamos. Por una noche, volvemos a ser parte de aquellas tribus que vieron nacer a las grandes civilizaciones. Nos pintamos la cara, como llevamos haciendo miles de años. Nos sentimos motivados, protegidos, reforzados con esos colores plasmados en el rostro. Es algo casi litúrgico. Nos vestimos todos con el mismo color, de la misma forma. Todos somos parte del mismo grupo. Somos un equipo. Porque sólo actuando en equipo, el ser humano ha conseguido avanzar...

Gritamos, cantamos, bailoteamos... Porque cuando la emoción desborda nuestro sistema nervioso, cuando las hormonas campan a sus anchas... Las palabras no bastan. El lenguaje corporal pasa de ser el 70% de la comunicación, a ser el 250%... Porque la comunicación se hace más intensa, más grande. La prioridad.

Necesitamos expresar todo lo que llevamos dentro. Por eso gritamos, y saltamos. Porque si sucede algo y nadie se entera.... Es igual que si nunca hubiera sucedido... Invisible.


En conclusiónl, puede que bien mirado... El amor al fútbol no sea más que amor propio al ser humano.

Como dijo el monje Rémy de Gourmont: "El amor es profundamente animal, y es en serlo donde reside su encanto"

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