sábado, 10 de enero de 2009

Dime que me quieres 2008

Despacio. Escribo despacio. Temiendo que mis palabras, aceleradas, puedan perturbar tu sueño.

Y es que es tan fácil rendirse a tus pies.
Y es que es tan fácil ver a Dios en tu rostro.

Duermes. Y cuando lo haces hueles a caramelo.

Sé que sólo llego a pseudo-poeta de lo vulgar. Lo bajo es mi reino. Pero ahora tengo princesa a quien adorar. Eres tú. Incienso, canela y melocotón. Tu esencia. Mi luz.

Y sólo tú haces de mi cruz un trono. Sólo tú cambias este corredor de la muerte por un paseo.
Paseo entre las aguas. Entre la tundra y la taiga, si te veo.
Y si no, el mundo desaparece. Se desvanece entre sus sombras. Claroscuro. Luces y reflejos que no entiendo. Destruyo. Hoy mis miedos me temen. Te tienen celos. Porque los supero en cierto modo: Te quiero.

Me sobra la vida si no la desgasto a tu lado. Me sobra el alma si no la tiro a tus manos. Sólo quiero que sea mío el placer de despertarte cada noche, cada día. Entre la solana y la umbría. Construirte un palacio que ni la calima ajaría.

Quiero liberarme del mundo deprisa. Romper mi reloj de arena. Verter mi tiempo, sin prisas, por las playas de tus piernas. Cristalinas, brisa fresca.
Descansa mi vida, que yo no dejaré que el sol amanezca.

Y escribo ahora todo lo que no puedo decirte. Te tengo lejos. Es un castigo para un pecado del que no sé redimirme.

Pero Amo. Amo con toda la fuerza que tengo. Amo lo suficiente como para hacer fruncir el ceño a Dios.
Ni él ni el resto pueden cambiar lo que has hecho de mí. Lo intentarán cientos, lo sé, cariño, pero el mundo es así.

Y ahora que te observo, construida de píxeles. Princesa sin reino. Pienso en ti y confirmo, que el corazón puede tener un pliego.

Porque no es lo mismo hablar que besarte. Porque no es lo mismo un teclado que abrazarte.

Amar suena cursi, lo sé. Pero querer se me queda pequeño. Se pide para estas navidades un corazón de repuesto.

Y lo peor es que deseo que perpetua sea la cadena que me ate a ti. Y más larga la condena si más te alejas de mí. Y que dure la tortura, que ya a estas alturas, queda poca niña que curtir.

¿Y por qué iba a disimular? Si sólo soy yo cuando eres tú. Si sólo muevo los engranajes de mi cabeza al pensar. En un aeropuerto, un avión, un equipaje. Mi mundo en azul.

Azul como tus ojos. Océanos infinitos. Divinos paraísos en los que ahogarse. Y sueños que los cierran, malditos. Y agua de luna que escapase.

Tranquila, mi reina. Que me apunto a ser amazona de tu orden y caballero del desorden. A luchar contra tu llanto, aunque tenga que hacerlo llorando.

Pero tú no derrames lágrimas, que la luna se seca y si cada gotita que sueltas forma una estrella; chocan contra el suelo y brilla demasiado la tierra. Ciega.
O suben al cielo y quien fuera Eolo para mecerse entre ellas. O Apolo en su carro, para seguir sus estelas.

Sólo puedo desear guardarlas en una botella. Elixir de vida eterna, piedra filosofal líquida o la droga más bella.

Dime adónde vas, guerrera que vaga. Espectro que se niega a dejar el campo de la batalla. Aunque la guerra terminó, lo sé, nadie ganó. Pero si me cuentas adónde te diriges, yo puedo seguirte. Adorar una por una tus huellas. Si caes, erguirte. Sanar tus mellas.

Úsame como a una espada. Mi escudo eres tú. Carga todo el peso en mi espalda. Yo levaré el ancla y zarparemos. Sin tiempo ni espacio. Sólo dos voces en movimiento. Ágil y lento. Marines de un amor en continuo crecimiento.

Yo hablaba de tus iris, las joyas de mi corona. Y digo: La espuma se bañará en ti y las olas te rendirán respeto. Neptuno postrará las maravillas de su cetro.
Hará retroceder a la tormenta para dejarte vivir.
Hará palidecer a los tiburones si se acercan a ti.
Y dime; si el mismo Poseidón anda enamorado… ¿Qué no hará de mí?

Comprendería su ira, si hasta los ángeles bajarían a batirse por ti.

Pero me veo obligada a abandonar este océano para formar parte de un árbol. Poco a poco me deshojo. Llega el otoño y seca ruedo por tus mejillas hasta provocar el sonrojo.
Bajo y me escondo.

Dicen que el silencio es aburrido. Nunca te han callado de un beso. No se han quedado colgados de tus labios. No han invertido en vivir siquiera un momento. Y es eso. Cruzar la antesala del nervio y morir en el sosiego.
No ser capaz de distinguir lo malo de lo bueno. Porque no puedes tener la cabeza en ello.

Concentrarse es imposible si el cielo se te coloca debajo. Qué fácil es elevarse. Y qué difícil ver el avión que ayer te trajo, marcharse.

Que a través de tu boca la vida es como un prisma extraño. El corazón cristaliza como la roca y se hace tarde como para tirar los dados.

Es apostar con el diablo y perder la partida.
Dejar que el sílex se forme sobre la piedra y se acrecenten el musgo y la hiedra que rodean mi vida.

Esperar a que llegues y el corazón me lo oprimas.
Dejar que te marches y salir a buscarte, la que anda más perdida.

Y si me encuentras, el problema se acaba. El musgo y la hiedra resbalan. Y si te beso, trepo por el techo. No me caigo, mi cielo. Que soy como las nubes, yo vuelo.

Salto la verja, aunque sé que no puedo y quizás he dado demasiadas vueltas para esto: Te quiero.

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